domingo, 5 de julio de 2009

EL PENSAMIENTO ECONÓMICO DE LOS CLÁSICOS ANARQUISTAS: Bakunin, Proudhon, Krotpotkin

En la sociedad soviética, donde impera el capitalismo de Estado y no el socialismo y la libertad, existe la injusticia social por causa de la desigualdad económica entre los hombres, creada por un reparto de las riquezas más de tipo capitalista que comunista. En estas condiciones, no es posible superar las clases sociales y el Estado opresor y explotador beneficiario de la plusvalía para él, ya que las clases perduran, aunque no tengan nombre, por las grandes desigualdades de ingresos existentes entre la "Nomenklatura", por un lado, y los obreros y los campesinos, por el otro. Y como los trabajadores no son dueños de sus empresas, sin régimen autogestionario de propiedad social, producen plusvalía, no para patrones privados, sino para el Estado - patrón, es decir, para la burocracia totalitaria, nueva clase dominante.

Bajo el modelo soviético de producción y distribución, aunque haya sido abolida la propiedad privada de los medios de producción y de cambio, no hay socialismo y meno aun comunismo, puesto que el Estado y su burocracia totalitaria se apropian del producto del trabajo ajeno con una tasa de plusvalía más elevada que bajo el capitalismo privado, ya que el Estado soviético dicta, sin apelación, las leyes laborales, el nivel de salarios de los trabajadores y las rentas personales diferenciales entre la "Nomenklatura", con ingreso de ricos, y los obreros y los campesinos, con salarios de pobres.

Así las cosas, en el régimen soviético unos sectores de la división social del trabajo (los que mandan y nada producen) se reparten una buena parte del producto material del país, mientras que los obreros y los campesinos (los que obedecen y producen), perciben salarios en el límite del mínimo de subsistencia para ellos y sus familias. Todo ellos sucede porque el Estado es dueño, jurídica y económicamente, de la tierra y del capital, o, mejor dicho, del producto del trabajo o de sus productos.

Ello constituye un capitalismo de Estado, pero jamás el socialismo, ni en su primera ni en ulterior fase como prometen los dirigentes soviéticos, ni menos aún haber alcanzado o aproximarse al comunismo donde desaparecerán las clases, el Estado, la desigualdad entre los hombres, la diferencia entre trabajo manual e intelectual y el desarrollo tecnológico y económico desigual entre la ciudad y el campo y otras contradicciones de una sociedad imperfecta.

Pero lo real, hasta el presente, en la Unión Soviética, es que el Estado es más fuerte, más militarista, más inclinado a desarrollar el complejo militar-industrial, más hegemonista hacia afuera y menos comunista hacia dentro, más totalitario, ya que el Estado-Partido, lejos de desaparecer, se fortalece con su expansionismo hacia el exterior y con su creciente burocracia totalitaria en el interior. El hecho de que el régimen soviético desarrolle preferentemente la industria pesada y la de armamentos sobre la industria civil y la agricultura, indicaría que se propone utilizar a la sociedad como instrumento económico del Estado para movilizarla militarmente y explotarla económicamente para crear un imperio mundial, lo cual comporta un grave peligro de guerra mundial entre los bloques antagónicos dirigidos por la URSS o por los USA.

Mientras los gastos militares en la URSS absorvan más del doble del producto interno bruto, empleado para tales fines en los países capitalistas, concretamente en Estados Unidos, el hegemonismo soviético y el imperialismo yanqui tenderán a la confrontación por el dominio del mundo, lo cual produciría la tercera guerra mundial. Y como la fabricación de armamentos y la investigación con fines militares se hace, cada año que pasa más cara, llegará un momento en que los países, aún los más ricos, no podrán soportar los gastos de rearme, cayendo en una profunda crisis económica, en la inflación, en el descontento de las masas populares, que pagan el rearme apretándose el cinturón, tanto en el Este como en el Oeste, creando condiciones políticas, sociales y sicológicas a las insurrecciones, las huelgas salvajes, los movimientos masivos de protesta popular que colocarían al pie del muro a los gobiernos hegemonistas o imperialistas.

Y para evitar las revoluciones hacia adentro, en los países donde se almacenan montañas de armamentos, pero empiezan a escasear los bienes de consumo, los gobiernos hegemonistas o imperialistas iniciarían operaciones militares fuera de sus fronteras, a fin de que la guerra, con su movilización de masas, con su violón patriótico, difiera las revoluciones que se producirían en tiempos de paz.

La Unión Soviética, ni más ni menos que Estados Unidos, ha entrado en una carrera desenfrenada de armamentismo, creando una economía de guerra para tiempos de paz, gastando así casi un quinto del producto material nacional, que invertido en desarrollar la agricultura y la industria civil podría crear las condiciones objetivas, económicas y tecnológicas para la abundancia de bienes y de servicios, para financiar la educación de todos a fin de que no haya diferencia entre el trabajo manual y el trabajo intelectual.

El Estado Nación imperial, ya sea con capitalismo privado o con capitalismo de Estado, no supera la guerra imperialista y las crisis económicas, por inventir en armamentos más que en educación, desarrollo económico y tecnológico. Y en la URSS, Estado multinacional dentro de su gran espacio geográfico, con aspiraciones a Estado supranacional universal, el complejo militar-industrial, en constante expansión económica y tecnológica, es la aspiración de los mariscales, así como el Estado totalitario, planificador, ordenador, empresario, banquero, comerciante, es el instrumento de Poder de la burocracia del Partido único. Ambas, la burocracia militar y la civil consorciadas en el disfrute del Estado totalitario, se aferran a su poder no compartido con el pueblo, a fin de dirigir la economía, las inversiones, hacia gastos de guerra más que de paz. En este sentido, el socialismo burocrático puede desencadenar la tercera guerra mundial tanto como el capitalismo de monopolio.

El Estado, alienante y alienado, a causa de que la sociedad no participa en nada, de que la economía no es de los productores directos ni en el Este ni en el Oeste, en la época de la bomba atómica, puede hacer fracasar todo el progreso económico, cultural y tecnológico alcanzado por el hombre. Por consiguiente, el dilema de nuestra civilización es: o paz perpetua con socialismo libertario o guerra mundial con comunismo totalitario o capitalismo de monopolio.

Pero, en realidad, el comunismo soviético no tiene nada de comunismo, sino que es otra forma de capitalismo, dirigido por la tecno-burocracia soviética como nueva clase dominante que se proyecta, fuera de sus fronteras, como otra forma del imperialismo o un hegemonismo que aplasta la soberanía nacional de los países metidos en el "rodeo" del COMECON, donde el Kremlin siempre tiene el lazo para atrapar a sus víctimas. En cuanto al capitalismo de monopolio o multinacional, que se expande sibilinamente por medio de sus corporaciones internacionales, no es tan enemigo del hegemonismo como parece, ya que los "trilaterales" norteamericanos, de la época del presidente Carter, aspiraban, igualmente en la época de Kissinger, a realizar inversiones en la URSS y en el COMECON, a fin de participar de la alta cuota de plusvalía que la burocracia soviética extrae a sus obreros. Y como la plusvalía no tiene nacionalidad, ya que es homogénea en todo el mundo tanto con comunismo soviético como con capitalismo o de otra nacionalidad, la burguesía multinacional y la burocracia soviética siempre sueñan con llegar a un acuerdo para el reparto dle muindo entre el capitalismo de Wall Street y la burocracia del Kremlin. Pero sucede que las contradicciones entre la burocracia oriental y la burguesía occidental son tan irreconciliables que, a corto plazo, serán la causa eficiente de la tercera guerra mundial.

Frente a esas maquinaciones infernales de los dirigentes imperialistas y hegemonistas harían bien los ecologistas, los pacifistas y los que propugnan la instauración del socialismo, no burgués o burocrático, en oponerse a la guerra, a las inversiones multimillonarias en armamentos, denunciando al mismo tiempo al complejo militar-industrial norteamericano y al soviético. Un pacifismo que ve todos los males de la guerra en el Oeste y no en el Este, o es ingenuo o está manipulado por servicios extranjeros para desarmar moralmente frente a los soviéticos, sobre todo a los europeos, a fin de "filandizarlos"...

Por eso, la propuesta libertaria por la paz, la libertad, la igualdad, por la abolición del capitalismo, tanto privado como de Estado, por la supresión de la burguesía imperialista y la burocracia hegemonista, es una actitud honesta, revolucionaria, en interés de todos los pueblos, mediante un federalismo universal que haga del mundo un solo país, a fin de evitar las guerras nacionales, de clases o mundiales.

Esto pareciera muy utópico, pero es más real que proponerse la paz perpetua con capitalismo privado o de Estado, ya que sus antagonismos, en tanto que capitalismos nacionales, que Estados-Nación, contienen como algo inmanente la lucha de clases, las guerras, las crisis económicas, la falsa política de engañar a los pueblos con una pseudo-democracia burguesa o con un falso comunismo burocrático.

El mundo de nuestro tiempo, en que se habla de "guerra de las galaxias" como algo inmediato, cuando un satélite artificial o un transbordador espacial pueden dar la vuelta a la Tierra en menos de una hora, según que su órbita esté más alejada o próxima a ella, evidencia que tenemos, paradojicamente, las fronteras de la época del caballo sin darnos cuenta que estamos en la era espacial, atómica, cibernética, que exigen la unificación de todas las naciones en un solo país: el mundo, sin diferencias económicas entre países ricos y pobres, entre las razas y entre las clases sociales, instaurando un socialismo federativo universal y libertario.

Pero para ese socialismo, en que el pueblo sea el protagonista de todo, hay que incorporar a su teoría económica, política, social, científica, cultural y universalista, el pleno dominio por el hombre de las técnicas más avanzadas, dando soluciones a las contradicciones o antagonismos que no se pueden resolver, dentro de su estrecho sistema de clases, ni el comunismo totalitario ni el capitalismo multinacional.

En este orden de ideas, el mundo de nuestro tiempo, que experimenta cambios tecnológicos muy rápidos, transferencias de población activa desde la agricultura a las ciudades y de ésta y la industria, a los servicios burocráticos, tiene que ser reestructurado política, económica, social y culturalmente, a fin de que supere las guerras cíclicas mundiales, múltiples guerras nacionales o revolucionarias, crisis económicas, luchas fratricidas de clases, que sólo en el socialismo libertario podrían ser resueltas sociológica, económica y mundialmente.

El siglo XX es muy diferente del siglo XIX; el capitalismo, sin embargo, es distinto en dimensión; pero igual en cuanto a usurpar la plusvalía, ya sea bajo forma de capitalismo privado, anónimo, multinacional o de capitalismo de Estado al modo soviético. Por tanto, los grandes teóricos o revolucionarios del siglo XIX no pueden explicar los problemas del siglo XX; sus teorías, en este sentido, son insuficientes. Por eso, en este ensayo, hemos tratado de revitalizar, actualizar a Bakunin, Proudhon y Kropotkin frente a los teóricos del socialismo administrativo, burocrático, que en la URSS es un nuevo capitalismo de Estado. Así las cosas, Bakunin, Proudhon y Kropotkin, según la experiencia histórica, son más socialistas auténticos que Marx, Engels y Lenin.

CAPÍTULO 1

EL PENSAMIENTO ECONÓMICO DE LOS CLÁSICOS ANARQUISTAS: Bakunin, Proudhon, Krotpotkin

MIGUEL BAKUNIN O EL PENSAMIENTO Y LA ACCIÓN

PEDRO J.PROUDHON O LA ANARQUÍA CONTRA LA JERARQUÍA

PEDRO KROPOTKIN O LA SABIDURÍA EN LA ANARQUÍA

BIBLIOGRAFÍA